En nuestra expedición culinaria, nos adentramos en la dulce historia del Croissant, un manjar que evoca la elegancia y la maestría de la pastelería francesa. Este icónico bollo hojaldrado nos lleva de la mano por las encantadoras calles de París.
Historia:
Aunque muchos asocian el croissant con la gastronomía francesa, su origen se remonta a Viena, Austria. La receta tradicional del “kipferl” llegó a Francia a través de María Antonieta en el siglo XVIII. Sin embargo, fue en París donde los pasteleros refinaron la técnica del hojaldre y dieron vida al croissant que conocemos hoy.
Ingredientes:
La magia del croissant reside en su masa hojaldrada, compuesta por capas finas de mantequilla y masa. Esta mezcla, trabajada con destreza por los maestros pasteleros, da como resultado un bollo ligero y crujiente por fuera, pero suave y esponjoso por dentro.
Popularidad:
La popularidad del croissant se disparó en el siglo XIX, cuando los parisinos sucumbieron a su encanto en las brasseries y cafés. Su forma de media luna y su textura inigualable lo convirtieron en el acompañamiento perfecto para el café matutino, extendiendo su fama por todo el país y más allá.
Dato Curioso:
El “Día Nacional del Croissant” se celebra en Francia cada 30 de enero. Durante esta jornada, panaderías y pastelerías de todo el país ofrecen degustaciones y descuentos para celebrar este manjar de la repostería francesa.
Desde Cuándo y Cómo:
Aunque la receta original vienesa tiene siglos de antigüedad, el croissant moderno cobró vida en París en el siglo XIX. La técnica del hojaldre, que implica capas sucesivas de masa y mantequilla, fue perfeccionada por los pasteleros franceses.
Conclusión:
El croissant trasciende su condición de pan dulce; es un símbolo de la dedicación artesanal y la elegancia francesa. Cada bocado nos transporta a las elegantes cafeterías parisinas y nos sumerge en la rica tradición pastelera de una de las capitales culinarias del mundo. ¡Prepárense para un deleite de sabores y texturas en nuestro próximo destino culinario!